Si hay una cosa que echo de menos de casa de mis padres, es vivir en el último piso. Eso y que mi cuarto daba a toda una esquina de la fachada, por lo que no tenía que aguantar a ningún vecino al otro lado de la pared... Mi pareja de lecho le pasa lo mismo, vivía en el último piso y también era exterior por lo que estaba en las mismas condiciones anteriores que yo.
Durante mis primeros meses de independencia, el piso de arriba estaba vació y el de al lado también, por lo que todo era paz y calma. Hasta que llegaron ellos.
Hoy os voy a hablar de mis vecinos los de arriba, al que llamaremos familia A, por aquello del piso de Arriba.
La familia A es insufrible. Tal cual. Sin más.
Yo nunca he tenido vecinos arriba, bueno los tuve durante mi primer año y medio de vida pero eso no cuenta ya que no era consciente de nada, y no sabía lo realmente incómodo que puede llegar a ser.
Esta familia tiene un miembro (suponemos que es miembra, pero nunca se sabe) que tiene la dichosa costumbre de andar con tacones por casa. Es un continuo tacatacataca que al principio llegué a pensar que me iba a volver loca.
La una de la mañana y tacatacataca, las cinco de la tarde y tacatacataca, da igual la hora o el día de la semana.
Por navidades estuve a punto de bajar a los chinos y comprarle unas zapatillas de andar por casa para dejárselas en la puerta con una nota que pusiera "Por favor, póngaselas según llegue a casa. Fdo.: Los Reyes Majos de Abajo".
La Familia A cuenta con dos tiernas criaturas que deben tener las manos de mantequilla porque las canicas no hacen más que caérseles a diario. Corren, saltan, pegan gritos con un timbre que jamás podría alcanzar Ainhoa Arteta, patalean, pelean, hacen prácticas de velocidad con sus patines/coches/ocualquierotroelementoconruedas, hacen del salón una canchadebaloncesto-campodefutbol-pistadepelotavasca...
A la familia A le gusta el bricolaje, demasiado. Se pasan el día dando golpes, serrando, arrastrando muebles y cajas (de cartón, por supuesto)...
El otro día ya estaba completamente desesperada cuando se lo digo a quien comparte cama conmigo y me dice con cara de comprensión "Tú también has montado muebles de Ikea". Me quedé pensando un segundo en que era cierto, pero enseguida le contesté "Pero llevan montando muebles de Ikea desde hace meses", su respuesta fue encogerse de hombros mientras yo terminaba mi frase "¿Qué tienen, síndrome de Diógenes pero con muebles en lugar de basura?"
Y por las noches es de ciencia ficción.
Yo tengo un sueño profundo, pero profundo como una sima abisal. Creo que sólo me despierto en caso de escuchar al que comparte cama conmigo si tose o hace algún ruido fuera de lo normal (supongo que es como un instinto parejil en lugar de maternal).
El caso es que hace un par de meses me sobresalté a eso de las 3 de la mañana. Primero pensé que estaban teniendo una noche de lujuria y desenfreno. Dije para mis adentros “está bien que se peguen una alegría de vez en cuando…”, pero luego comencé a preocuparme porque esos gritos no eran para nada erótico festivos.
En ese momento mi pareja de lecho también se había despertado y tapados hasta el cuello mirábamos hacia el techo con incredulidad. Barajábamos la posibilidad de que fuera una bronca de pareja que se había salido de madre y pasó por nuestras cabezas que aquello estuviera pasando de castaño oscuro lo suficiente como para tener que llamar a las fuerzas de seguridad del estado (queda mucho mejor ese nombre que decir “la pasma”).
El caso es que estábamos cavilando posibilidades cuando de repente, por encima de los berridos descomunales que estaba pegando el miembro masculino de la Familia A se escuchó el hipoaullido huracanado de una de las tiernas criaturas de la Familia A y a continuación un rugido procedente del miembro de la la Familia A que perfectamente pudimos entender como un “QUE TE VAYAS A LA CAMAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!” a unos decibelios que ni en Space of Sound.
Tenemos esta semana un amigo de okupa en casa por motivos de trabajo y el pobretico no para de mirar al techo. Nosotros seguimos haciendo vida normal y le vamos contestando a cada sonido que escucha: los tacones, bricolaje, las canicas de las tiernas criaturas, las tiernas criaturas peleando…
Creo que ya los hemos interiorizado en su mayor parte y apenas les echamos cuentas, pero sigo echando de menos infinitamente vivir en el último piso.
Durante mis primeros meses de independencia, el piso de arriba estaba vació y el de al lado también, por lo que todo era paz y calma. Hasta que llegaron ellos.
Hoy os voy a hablar de mis vecinos los de arriba, al que llamaremos familia A, por aquello del piso de Arriba.
La familia A es insufrible. Tal cual. Sin más.
Yo nunca he tenido vecinos arriba, bueno los tuve durante mi primer año y medio de vida pero eso no cuenta ya que no era consciente de nada, y no sabía lo realmente incómodo que puede llegar a ser.
Esta familia tiene un miembro (suponemos que es miembra, pero nunca se sabe) que tiene la dichosa costumbre de andar con tacones por casa. Es un continuo tacatacataca que al principio llegué a pensar que me iba a volver loca.
La una de la mañana y tacatacataca, las cinco de la tarde y tacatacataca, da igual la hora o el día de la semana.
Por navidades estuve a punto de bajar a los chinos y comprarle unas zapatillas de andar por casa para dejárselas en la puerta con una nota que pusiera "Por favor, póngaselas según llegue a casa. Fdo.: Los Reyes Majos de Abajo".
La Familia A cuenta con dos tiernas criaturas que deben tener las manos de mantequilla porque las canicas no hacen más que caérseles a diario. Corren, saltan, pegan gritos con un timbre que jamás podría alcanzar Ainhoa Arteta, patalean, pelean, hacen prácticas de velocidad con sus patines/coches/ocualquierotroelementoconruedas, hacen del salón una canchadebaloncesto-campodefutbol-pistadepelotavasca...
A la familia A le gusta el bricolaje, demasiado. Se pasan el día dando golpes, serrando, arrastrando muebles y cajas (de cartón, por supuesto)...
El otro día ya estaba completamente desesperada cuando se lo digo a quien comparte cama conmigo y me dice con cara de comprensión "Tú también has montado muebles de Ikea". Me quedé pensando un segundo en que era cierto, pero enseguida le contesté "Pero llevan montando muebles de Ikea desde hace meses", su respuesta fue encogerse de hombros mientras yo terminaba mi frase "¿Qué tienen, síndrome de Diógenes pero con muebles en lugar de basura?"
Y por las noches es de ciencia ficción.
Yo tengo un sueño profundo, pero profundo como una sima abisal. Creo que sólo me despierto en caso de escuchar al que comparte cama conmigo si tose o hace algún ruido fuera de lo normal (supongo que es como un instinto parejil en lugar de maternal).
El caso es que hace un par de meses me sobresalté a eso de las 3 de la mañana. Primero pensé que estaban teniendo una noche de lujuria y desenfreno. Dije para mis adentros “está bien que se peguen una alegría de vez en cuando…”, pero luego comencé a preocuparme porque esos gritos no eran para nada erótico festivos.
En ese momento mi pareja de lecho también se había despertado y tapados hasta el cuello mirábamos hacia el techo con incredulidad. Barajábamos la posibilidad de que fuera una bronca de pareja que se había salido de madre y pasó por nuestras cabezas que aquello estuviera pasando de castaño oscuro lo suficiente como para tener que llamar a las fuerzas de seguridad del estado (queda mucho mejor ese nombre que decir “la pasma”).
El caso es que estábamos cavilando posibilidades cuando de repente, por encima de los berridos descomunales que estaba pegando el miembro masculino de la Familia A se escuchó el hipoaullido huracanado de una de las tiernas criaturas de la Familia A y a continuación un rugido procedente del miembro de la la Familia A que perfectamente pudimos entender como un “QUE TE VAYAS A LA CAMAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!” a unos decibelios que ni en Space of Sound.
Tenemos esta semana un amigo de okupa en casa por motivos de trabajo y el pobretico no para de mirar al techo. Nosotros seguimos haciendo vida normal y le vamos contestando a cada sonido que escucha: los tacones, bricolaje, las canicas de las tiernas criaturas, las tiernas criaturas peleando…
Creo que ya los hemos interiorizado en su mayor parte y apenas les echamos cuentas, pero sigo echando de menos infinitamente vivir en el último piso.
1 comentario:
Solo te falta que sean chinos y entonces te entiendo PERFECTAMENTE :)
Publicar un comentario