13 de julio de 2011

Vacaciones en Croacia: Día 3, día de murallas y playa

Martes 7 de junio de 2011, visitamos Ston, Mali Ston, Dubrovnik y Kupari

El tercer día de nuestro viaje teníamos pensado en un principio visitar la Isla de Korčula. Pero la noche anterior pensamos con algo de detenimiento y decidimos que dos horas de coche hasta Orebic, el punto donde había que coger el ferry, para pasar unas pocas horas en Korčula y otras dos horas de coche de vuelta no nos compensaba sobre todo por el madrugón que había que pegarse para coger el barco, así que la misma noche del lunes busqué otro destino alternativo para visitar la mañana del miércoles.

De todas maneras, os dejo aquí las informaciones que había buscado para dirigirnos hasta Korčula. Había que hacer dos horas aproximadas de coche por la carretera que bordea la costa en dirección norte hacia la península de Peljesac. Se llega hasta Orebić, en la parte superior de la península de Peljesac, y allí se coge el ferry que te deja en Korčula. Los precios y horarios de dicho ferry podéis encontrarlos aquí.

Como os decía, el martes cogimos el coche y tras una hora de recorrido dirección norte por la carretera que bordea la costa llegamos hasta el itsmo que une el continente con la península de Peljesac. Allí se encuentran Ston y Mali Ston. Dos pequeñísimos pueblecitos, pero con un encanto especial.

Llegamos a Ston, desayunamos en uno de los locales del pueblo, y tras dar un paseo fuimos a dar cuenta de lo más destacado de Ston, su muralla. Aunque también famoso por sus salinas, Ston cuenta con la muralla más larga de Europa (la segunda más larga después de la china) que se construyó precisamente para proteger las salinas y el vergel que conforma el valle. La entrada a la muralla nos costó 30 kunas por persona. 

Digamos que la muralla está dividida en dos “recorridos”. Uno de ellos es la muralla que rodea el pueblo de Ston, y el otro recorre todo el perímetro que conforma la muralla llegando hasta Mali Ston, el pueblito que se construyó al otro lado de la montaña pegando al mar y donde son famosos por el cultivo de ostras y mejillones.

Paseamos por la muralla de Ston disfrutando de unas preciosas vistas, mucho calor y una serpiente (no muy grande) que se cruzó por debajo de nuestros cuatro pares de pies lo que puso emoción y algunos gritos al asunto... 

De los cuatro, dos sólo hicimos el paseo por la muralla que rodea Ston mientras que los otros dos valientes se atrevieron a llegar hasta Mali Ston paseando por el recorrido de la muralla, así que quedamos en encontrarnos allí. 

Cogimos el coche y en 5 minutos estábamos en Mali Ston. Éste pueblito es más pequeño incluso que Ston, con casas del s. XV y millones de bateas en el agua donde crían los mejillones y ostras más famosos de toda la costa dálmata. 

Estuvimos paseando por sus callejas y nos sentamos en uno de los bancos que se encuentran en el muelle, a ver moverse el agua rítmicamente mientras hacíamos tiempo esperando a nuestros amigos que habían ido de expedición por la muralla. En unos treinta y cinco minutos estábamos todos juntos de nuevo y salimos de vuelta a Dubrovnik.

Tras otra hora aproximada de coche, estábamos de vuelta en Dubrovnik, dispuestos a pasear por la muralla del casco antiguo. La entrada a la muralla se encuentra en el extremo de la calle principal que linda con la Puerta de Ploce. El  precio de entrada era de 70 kunas por persona. 

El paseo por la muralla, si eres de hacer millones de fotos, puede ser eterno porque a cada metro de muralla que recorres encuentras un rincón o una perspectiva que antes no habías visto. Dando un paseo relajadamente se puede recorrer la muralla en unas dos horas, disfrutando de las vistas y deteniéndote para hacer fotos aquí y allá. 

Los destrozos de los bombardeos que aún perduran se pueden ver mejor cuando paseas por la parte superior de la muralla, desde la que se observa el conjunto completo del casco antiguo de Dubrovnik.

Recorrer dos murallas en una misma mañana abre el apetito de cualquiera y este día decidimos volver a Baracuda (ver post primer día) donde repusimos fuerzas con unos platos de pasta, unas pizzas y unas ensaladas. 

Mientras terminábamos de comer pensamos en un plan de playa para por la tarde y tras pasar por casa volvimos a coger el coche para dirigirnos hacia Cavtat, por la carretera que bordea la costa pero esta vez en dirección sur. 

El caso es que parece que aquel día era el de las improvisaciones, y no llegamos a Cavtat. Como a mitad de camino está Kupari, y justo pasábamos por allí cuando vimos un cartel de playa y sin pensarlo dos veces nos aventuramos a descubrir ese lugar. Y lo de aventurarnos no estaba muy desencaminado. 

En el enlace que he puesto, justo donde aparece la “chincheta” es donde giramos a la derecha, y seguimos por una pequeña carretera que podéis ver como se pierde entre la vegetación. Y si desde el aire da la sensación de perderse entre la vegetación, a ras de suelo no os podéis imaginar. El asfalto está invadido por la profusa vegetación que va ganándole espacio por los laterales de la carretera. De hecho quien conducía de nosotros no tenía muy claro si avanzar o no, pero los valientes le dijimos “si la gente tira p’alante nosotros también”, aunque es cierto que no habíamos visto a nadie dirigirse hacia allá... 

El caso es que segun nos adentramos y fuimos avanzando con el coche, nos encontramos algunos edificios abandonados, cristaleras rotas, alguna que otra pintada.. y terminamos llegando a una playa tan bonita como desoladora. 

Lo que hace 20 años debía haber sido una de las playas más exclusivas, con complejos hoteleros de gran categoría, a día de hoy es una playa con un chitinguito y un puñado de construcciones destrozadas, testigos de una guerra que aún está demasiado cerca. 

Resulta increíble que hayan pasado veinte años, que parece mucho pero en realidad está aquí al lado. Nos resultó muy impactante ver las marcas de la metralla disparada desde mar adentro en todas las fachadas frontales de los hoteles, balcones desaparecidos (de un “pepinazo”) cuyo único rastro son hierros colgando y ventanas destrozadas, muebles aún en las distintas dependencias que se podían vislumbrar desde el coche, una placa conmemorativa de unos caídos en aquella zona acompañada por coronas y velas... Los resultados de la guerra, que fuera de las zonas puramente turísticas, perduran en el tiempo mucho más de lo que deberían.

Tomamos café en el chiringuito y pasamos la tarde entera en la playa. A eso de las 7 nos retiramos y volvimos a Dubrovnik para preparar las maletas y buscar algunos souvenirs para la familia.

Para cenar... Estuvimos en un restaurante de cuyo nombre no logro acordarme... Intentaré buscar el ticket entre los papeles y actualizar el post con la info. Estaba cerca de Baracuda, es más, fue el camarero de Baracuda (que ya era “coleguita” nuestro tras haber comido dos veces allí y habérnoslo encontrado por la mañana en su otro trabajo: era el que estaba en la puerta de la muralla comprobando los tickets) el que nos recomendó el local, nos llevó hasta él y habló con el dueño para que nos pusiera una mesa en la terraza... 
El pescado exquisito y el risotto delicioso también. De precio algo más elevado que lo que habíamos probado hasta ahora, pero las calidades también se notaba la diferencia.

Y hasta aquí nuestra etapa en Dubrovnik. A partir del día siguiente comenzaríamos con la etapa “nómada” del viaje...

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